Las trabajadoras indocumentadas de Donald Trump

Las trabajadoras indocumentadas de Donald Trump

El diario The New York Times se ha encargado de ponerles nombre y rostro. Ellas son Victorina Morales de Guatemala y Sandra Díaz de Costa Rica, las trabajadoras indocumentadas que durante años le hicieron la cama  y le lavaron la ropa sucia.

Hoy, indignadas por el trato que el Presidente Donald Trump ha dispensado a los inmigrantes indocumentados o a los refugiados que forman parte del éxodo desde Centroamérica, han decidido dar un paso al frente para sacarle “los trapos sucios” y “ponerle la cama”, políticamente hablando.

Las dos están hartas de su hipocresía.

Ambas inmigrantes decidieron romper el silencio a pesar de las posibles represalias. Asesoradas por su abogado, las dos decidieron ofrecer su testimonio a los reporteros de The New York Times, uno de los medios a los que el presidente ha designado como “enemigos del pueblo”.

Al igual que muchos de los miembros de la caravana que hoy claman por asilo desde la frontera con México,  Victorina Morales emigró desde su natal Guatemala. Sin educación formal y sin hablar ni una sola palabra de ingles, Victorina consiguió cruzar la frontera y establecerse en California donde consiguió una tarjeta de seguridad social falsa para conseguir trabajo.

Poco después se trasladó a Nueva Jersey para encontrarse con su familia y a las pocas semanas encontró trabajo en el selecto Club de Golf de Donald Trump.

Según el testimonio de Victorina, que han contrastado los reporteros de The New York Times para confirmar su autenticidad,  el Club de Golf de Donald Trump contrató a esta emigrante indocumentada de Guatemala, al igual que a decenas de otros trabajadores que laboraban con papeles falsos.

Actualmente, se estima que más de 18 millones de indocumentados mexicanos laboran con documentos falsos en Estados Unidos.

Curiosamente, una vez que se confirmó la victoria de Trump como presidente, la gerencia del Club se dió a la tarea de establecer nuevas reglas para contratar a su personal. La decisión dejó en claro que la organización Trump había decidido cortar de tajo con los empleados que contrató a sabiendas que muchos de ellos no tenían los papeles en regla.

Victorina Morales de Guatemala y Sandra Díaz de Costa Rica contaron al diario que, al  menos, dos de sus superiores conocían su estatus de residencia en el país. Pero el diario reconoce que no pueden probar esa afirmación.

La organización de Trump rechazó la información en un comunicado.

"Tenemos estrictas normas de contratación y en el caso de que un trabajador presente documentos falsos lo despedimos inmediatamente".

Sandra Diaz, quien ha regularizado su situación migratoria, recordó que en 2012 Trump se enojó porque una de sus camisas de golf, supuestamente limpia, tenía manchas naranjas en el cuello, que la mucama atribuyó a su maquillaje.

Tanto Diaz como Morales describieron al presidente como exigente y racista, a veces distribuyendo insultando a los trabajadores.

Morales dijo que los empleados estaban crecientemente molestos por la retórica negativa de Trump sobre los inmigrantes hispanos y dijo que un supervisor los trataba de "inmigrantes ilegales estúpidos".

"Estamos cansados del abuso, los insultos, de la manera en que habla de nosotros cuando sabe que estamos aquí ayudándolo a hacer dinero", dijo al Times.

"Sudamos para atender cada una de sus necesidades y tenemos que aguantar sus humillaciones", se quejó.

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