AMÉRICA PARA LOS AMERICANOS: La Doctrina Monroe y la política de EEUU en Latinoamerica

AMÉRICA PARA LOS AMERICANOS: La Doctrina Monroe y la política de EEUU en Latinoamerica

Por Javier Muela Morillo

La Doctrina Monroe es el nombre por el que se conoce a la política exterior adoptada por los Estados Unidos respecto a los países Latinoamericanos. Conocida principalmente por la frase de “América para los americanos”, marcaría el desarrollo de las relaciones internacionales en dicha región desde que fuese formulada en 1823 hasta nuestros días. Para entender mejor lo sucedido en la reciente Cumbre de las Américas en Panamá,  es importante conocer los motivos que condujeron al inicio de dicha política para valorar su encaje en el posterior intervencionismo estadounidense en los países del continente americano.

Desde la declaración de independencia de los Estados Unidos de América en 1776 y el final de la Guerra de Independencia en 1783, el joven país asumió su vocación de evolucionar hasta convertirse en una potencia regional. La Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas permitieron a la nueva nación americana disponer de un margen de tiempo para organizarse internamente y plantear su proyección internacional desde una posición más estable. En 1812, aprovechando las circunstancias que mantenían a Reino Unido ocupado en Europa, Estados Unidos lanzó una ofensiva a los territorios británicos en Canadá, con el objetivo de anexionar esa región limítrofe. La derrota estadounidense en dicha contienda y los acontecimientos que ocurrirían en esos momentos en Iberoamérica orientaron la política transfronteriza hacia el sur.

El Imperio español se encontraba en franca decadencia, y la hegemonía de otras potencias europeas, especialmente Gran Bretaña, era más que palpable. La ocupación napoleónica del país dejó abiertas las puertas del comercio de Hispanoamérica a otras naciones, lo que favorecería sin duda a Reino Unido. Ante el inicio de la presencia británica en las colonias españolas, Estados Unidos parecía la única potencia capaz de competir por la hegemonía en la influencia de la zona. Frente a esta situación, y añadiéndose el inicio de las guerras de independencia en América Latina, se desencadenaría el planteamiento de lo que se plantearía en la Doctrina Monroe.

En una Europa en la que el Liberalismo amenazaba muy seriamente la primacía del Absolutismo como sistema político, los monarcas, con el objetivo de evitar el triunfo liberal, decidieron formar la conocida Santa Alianza a fin de intervenir en los países donde existiesen focos revolucionarios. En 1823, bajo mandato de dicha sociedad, los Cien Mil hijos de San Luis intervinieron en España para restaurar el régimen absolutista de Fernando VII. Ante tan rotundo éxito, los países de la Santa Alianza plantearon la posibilidad de envía una expedición militar para devolver al Imperio español sus colonias en el continente americano.

La mera posibilidad de que las naciones absolutistas intervinieses en el Nuevo continente alarmó de sobremanera a Estados Unidos, que temían un escenario regional rodeados de enemigos comerciales e ideológicos y que podría acabar con territorios del Caribe y Sudamérica en manos de potencias mucho más fuertes que los decadentes Imperios Ibéricos. La idea a seguir era por tanto clara: Los Estados Unidos se opondrían decididamente a la ampliación de la influencia política y comercial de las naciones de Europa en las colonias de América, a la vez que rechazarían todo posible intercambio de territorio entre estados como consecuencia de asuntos internos entre las casas reales europeas.

La intervención de la Santa Alianza quedó finalmente como un mero fantasma, que no cabía en una realidad internacional en la cual los Imperios Austriaco y Ruso carecían de intereses en Iberoamérica, y el resto de naciones del Viejo Continente ansiaban obtener el derecho de libre comercio con dicha región. Asimismo, la principal potencia europea, Gran Bretaña, nunca vio con buenos ojos promover que otros estados como Francia se establecieran en América. A pesar de ello, la idea de que Latinoamérica era una cuestión primordial para la seguridad nacional y el desarrollo de Estados Unidos había calado profundamente en el planteamiento político de la nación

La posición de neutralidad inicialmente adoptada por el gobierno respecto al proceso de independencia de sus vecinos del sur, sería progresivamente dejado a un lado, en favor de una aptitud favorable al reconocimiento de las naciones emancipadas del Imperio Español. Esta línea de actuación tendente a contrarrestar toda influencia europea en el continente continuaría evolucionando hasta que, en 1823, en su discurso ante el Congreso, el presidente Monroe sintetizará en los siguientes puntos lo que hoy se conoce como la “Doctrina Monroe”:

1º «Los continentes americanos (…) no deben ser considerados ya como objeto de futuras colonizaciones por parte de las potencias europeas.»

2º «El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto (…) del de América (…) Cualquier tentativa de ellas para extender su sistema a cualquier porción de nuestro hemisferio sería considerada por nosotros como peligrosa para nuestra paz y seguridad.»

3º «No hemos intervenido, ni en adelante intervendremos en las colonias o independencias actuales de cualquier potencia europea (…) En las guerras entre potencias europeas por cuestiones propias de ellas no hemos tomado nunca parte alguna, ni interesa a nuestra política que la tomemos.»

Desde este momento, la política exterior estadounidense quedaría marcada no solo por el conocido “América para los americanos” respecto a la intervención Europea en el nuevo continente, sino por la política de no intervención en las guerras de las naciones europeas, ejemplarizado en la resistencia a la entrada en las dos guerras mundiales en el siglo XX. A lo largo del siglo XIX y XX,  EE.UU incrementaría su papel de potencia en América Latina, manifestándose en su papel en los conflictos que tuvieron Venezuela o la República Dominicana con países europeos, en la construcción del Canal de Panamá o la intervención en la Guerra de Cuba. Estas intervenciones, con el pretexto de abanderar la emancipación de los nuevos países, reportó a la administración estadounidense grandes beneficios, y dejó bien consolidada su presencia en la región.

El desarrollo de las relaciones internacionales de la potencia americana tras la Segunda Guerra Mundial, cambió el rol de su papel en Iberoamérica, pasando de valedor de la independencia de las naciones americanas frente a naciones exteriores a guardián del sistema capitalista frente a la expansión del comunismo desde el éxito de la Revolución Cubana. La solidaridad entre los países de América Latina y la búsqueda de autonomía como región frente a Estados Unidos ha sido la consecuencia inesperada de la agresividad hacia los gobiernos de izquierda. Los recientes acontecimientos en Venezuela son un indicador de un cambio del planteamiento de la política exterior americana. ¿Pasaran los estados del sur  a no ser considerados ya como objeto de futuras injerencias por parte de la potencia de América del Norte?

 

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