Ricardo Flores Magón, el autor intelectual de la Revolución Mexicana.

Ricardo Flores Magón, el autor intelectual de la Revolución Mexicana.


Ricardo Flores Magón, el autor intelectual de la Revolución Mexicana.

Un 16 de Septiembre de 1874, nace en Oaxaca, uno de los rebeldes más insignes que la historia de la humanidad registra, el anarquista Ricardo Flores Magón. No conforme con cultivar el espíritu de rebeldía en las conciencias proletarias, a través de sus periódicos, desde 1892, Ricardo organizó múltiples levantamientos armados antes y después de 1910, por ello es considerado el autor intelectual de la Revolución Mexicana.

Cuando el gobierno mexicano ofreció recompensa por su cadaver, migró a Estados Unidos para continuar el fomento de la revolución social, sin embargo ahí, donde dijo haber quedado decepcionado de la "pretendida grandeza" de ese país "de su insignificancia intelectual y del patriotismo más estúpido", sería perseguido de nueva cuenta por expresar su pensamiento.

En 1918, después de haber sido encarcelado más de diez veces, es detenido por última vez al publicar junto a Librado Rivera su manifiesto "A los anarquistas de todo el mundo y a los trabajadores en general" (disponible al final de este articulo ). Tras el bloqueo económico masivo que hicieron los trabajadores mexicanos y estadounidenses exigiendo su liberación, es asesinado en su celda en 1922.

Las autoridades habían ofrecido su libertad a cambio de que pidiera perdón, él prefirió morir en prisión antes que arrepentirse de su rebeldía. "...prefiero esto que volver la espalda a los trabajadores, y tener las puertas de la prisión abiertas a precio de mi vergüenza", dijo poco antes de su muerte, y así, como había asegurado al rechazar la Vicepresidencia de la República en 1911, Ricardo Flores Magón, pasó a la inmortalidad siendo un auténtico revolucionario:

"Soy un revolucionario y lo seré hasta que exhale el último aliento. Quiero estar siempre al lado de mis hermanos los pobres para luchar por ellos, y no al lado de los ricos ni de los políticos, que son opresores de los pobres. En las filas del pueblo trabajador soy más útil a la humanidad que sentado en un trono, rodeado de lacayos y de politicastros... Lucho por la libertad económica de los trabajadores. Mi ideal es que el hombre llegue a poseer todo lo necesario para vivir sin tener que depender de ningún amo; y creo, como todos los liberales de buena fe lo creen, que ha llegado el momento de que los hombres de buena voluntad debemos dar un paso hacia la verdadera libertad, arrebatando la tierra de las garras de los ricos, inclusive Madero, para entregarla al legitimo dueño de ella: el pueblo trabajador. Conseguido esto, el pueblo será libre. Pero no lo será si eleva a Madero a la Presidencia de la República, porque ni Madero, ni ningún gobernante, se atreverán a dar un paso de esa naturaleza, y, si lo hicieran, los ricos se levantarían en armas y una nueva revolución seguiría a la presente.

En esta revolución, en la que estamos contemplando -y la que tratamos de fomentar-, debemos quitar la tierra a los ricos."


MANIFIESTO

La Junta organizadora del Partido Liberal Mexicano a los miembros del partido, a los anarquistas de todo el mundo y a los trabajadores en general.

Compañeros:

El reloj de la historia está próximo a señalar, con su aguja inexorable, el instante en que ha de producir la muerte de esta sociedad que agoniza.

La muerte de la vieja sociedad está próxima, no tarda en ocurrir, y sólo podrán negar este hecho aquellos a quienes interese que viva, aquellos que se aprovechan de la injusticia en que está basada, aquellos que ven con horror la revolución social, porque saben que al día siguiente de ella tendrán que trabajar codo con codo con sus esclavos de la víspera.

Todo indica, con fuerza de evidencia, que la muerte de la sociedad burguesa no tarda en sobrevenir. El ciudadano ve con torva mirada al polizonte, a quien todavía ayer consideraba su protector y su apoyo; el lector asiduo de la prensa burguesa encoge los hombros y deja caer con desprecio la hoja prostituida en que aparecen las declaraciones de los jefes de Estado; el trabajador se pone en huelga sin importarle que con su actitud se perjudiquen los patrios intereses, conscientes ya de que la patria no es su propiedad, sino la propiedad del rico; en la calle se ven rostros que a las claras delatan la tormenta interior del descontento, y hay brazos que parece que se agitan para construir la barricada. Se murmura en la cantina; se murmura en el teatro; se murmura en el tranvía, y en cada hogar, especialmente en nuestros hogares, en los hogares de los de abajo, se lamenta la partida de un hijo a la guerra, y los corazones se oprimen y los ojos se humedecen al pensar que mañana, que tal vez hoy mismo, el mocetón que es la alegría del tugurio, el joven que con su frescura y su gracia envuelve en resplandores de aurora la triste existencia de los padres que están en su ocaso, será arrancado del seno amoroso de la familia para ir a enfrentarlo, arma al brazo, con otro joven que es, como él, el encanto de su hogar, y a quien no odia, y a quien no puede odiar porque ni siquiera lo conoce.

Las flamas del descontento se avivan al soplo de la tiranía cada vez más ensoberbecida y cruel en todo país, y aquí y allí, allá y acullá, y en todas partes, los puños se crispan, las mentes se exaltan, los corazones laten con violencia, y donde no se murmura, se grita, suspirando todos por el momento en que las manos encallecidas en cien siglos de labor deban dejar caer la herramienta fecunda para levantar el rifle que espera, nervioso, la caricia del héroe.

Compañeros: el momento es solemne; es el momento precursor de la más grandiosa catástrofe política y social que la historia registra: la insurrección de todos los pueblos contra las condiciones existentes.

Va a ser, seguramente, un impulso ciego de las masas que sufren; va a ser, a no dudarlo, la explosión desordenada de la cólera comprimida apenas por el revólver del esbirro y la horca del verdugo; va a ser el desbordamiento de todas las indignaciones y de todas las amarguras, y va a producirse el caos, el caos propicio al medro de todos los pescadores a río revuelto; caos del que pueden surgir opresiones y tiranías nuevas, porque en esos casos, regularmente, el charlatán es el líder.

Toca pues, a nosotros los conscientes, preparar la mentalidad popular para cuando llegue el momento, ya que no preparar la insurrección, porque la insurrección nace de la tiranía.

Preparar al pueblo no sólo para que espere con serenidad los grandiosos acontecimientos que vislumbramos, sino para que sea capaz de no dejarse arrastrar por los que quieren conducirlo ahora por caminos de flores, a idéntica esclavitud o a tiranía semejante a la que hoy sufrimos.

Para lograr que la rebeldía inconsciente no forje con sus propios brazos la cadena nueva que de nuevo ha de esclavizar al pueblo, es preciso que nosotros, todos los que no creemos en gobierno, todos los que estamos convencidos de que gobierno, cualquiera que sea su forma y quienquiera que se encuentre al frente de él, es tiranía, porque no es una institución creada para proteger al débil, sino para amparar al fuerte, nos coloquemos a la altura de las circunstancias y sin temor propaguemos nuestro santo ideal anarquista, el único bumano, el único justo, el único verdadero.

No hacerlo es traicionar, a sabiendas, las vagas aspiraciones de los pueblos a una libertad sin límites, como no sean los límites naturales, esto es, una libertad que no dañe a la conservación de la especie.

No hacerlo es dejar manos libres a todos aquellos que quieran aprovechar, para fines meramente personales, el sacrificio de los humildes.

No hacerlo es afirmar lo que dicen nuestros contrarios, que está muy lejano el tiempo en que pueda implantarse nuestro ideal.

Actividad, actividad y más actividad, eso es lo que reclama el momento.

Que cada hombre y cada mujer que amen el ideal anarquista, lo propaguen con tesón, con terquedad, sin hacer aprecio de burlas, sin medir peligros, sin reparar en consecuencias.

Manos a la obra, camaradas, y el porvenir será para nuestro ideal.

Tierra y Libertad.

Dado en Los Angeles, Estado de California, Estados Unidos de América, el día 6 de marzo de 1918.

Ricardo Flores Magón

Librado Rivera

(De Regeneración, N° 262 del 16 de marzo de 1918)

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