Un 10 de Marzo de 1911, el campesino Emiliano Zapata Salazar, se levanta en armas al frente de miles de trabajadores del estado de Morelos para conquistar, por el hierro y por el fuego, Tierra y Libertad.

Al momento de su levantamiento, el Ejército Libertador del Sur confiaba en la instauración de un gobierno que velara por los intereses de los trabajadores, por ello unió sus fuerzas a las de los caudillos Fco. I Madero y posteriormente a las de Pancho Villa, sin embargo pronto comprendió que cualquier hombre al llegar al poder se hace tirano y combatió, junto a los magonistas y durante más de 9 años, a todo tipo de gobierno que pretendía establecerse en México.

Después de derrotar al mejor batallón de Porfirio Díaz en la Batalla de Cuautla, Zapata combatió al gobierno de Francisco Madero, al gobierno de Victoriano Huerta y al gobierno constitucionalista de Venustiano Carranza. Hasta ser asesinado por este último en 1919.

No fue el cobarde asesinato de Zapata -ni el estrangulamiento de Ricardo Flores Magón en la prisión estadounidense en 1922- lo que contuvo a los zapatistas y a los magonistas en su lucha por la libertad económica de los trabajadores, sino la traición y el pacifismo del pueblo mexicano. Ese inocente pueblo que ha sido engañado históricamente por las promesas de los políticos, prefirió mantener su esperanza en los funcionarios y servir al nuevo Ejército Mexicano, abandonando a su suerte a los revolucionarios que no tenían otra ambición que ver libres y felices a sus semejantes.

"El capitalista, el soldado y el gobernante habían vivido tranquilos, sin ser molestados, ni en sus privilegios, ni en sus propiedades, a costa del sacrificio de un pueblo esclavo y analfabeta, sin patrimonio y sin porvenir, que estaba condenado a trabajar sin descanso y a morirse de hambre y agotamiento, puesto que, gastando todas sus energías en producir, tesoros incalculables, no le era dado contar ni con lo indispensable siquiera para satisfacer sus necesidades más perentorias. Semejante organización económica, tal sistema administrativo, que venía a ser un asesinato en masa para el pueblo, un suicidio colectivo para la Nación y un insulto, una vergüenza para los hombres honrados y conscientes, no pudieron prolongarse por más tiempo y surgió la Revolución, engendrada, como todo movimiento de las colectividades, por la necesidad.

Puede haber elecciones cuantas veces se quiera; pueden asaltar, como Huerta, otros hombres la silla presidencial, valiéndose de la fuerza armada o de la farsa electoral, y el pueblo mexicano puede también tener la seguridad de que no arriaremos nuestra bandera ni cejaremos un instante en la lucha, hasta que, victoriosos, podamos garantizar con nuestra propia cabeza el advenimiento de una era de paz que tenga por base la justicia y como consecuencia la libertad económica."

-Emiliano Zapata, montañas del sur, 1913.